4 septiembre, 2023
Un médico habla desde el techo de una casa con personal de salud y voluntarios que están sobre una canoa. Abajo pueden verse integrantes de una familia en el agua

¿Cuánto espacio hay en la memoria? El 2003 de a diez fotos a la vez

El 27 de abril llegó un mensaje al correo de Archivo Inundación a nombre de Darío Montenegro. En el cuerpo del mail comentaba “dispongo de fotos digitales tomadas por mi”. La primera duda fue si eran digitales o digitalizadas. ¿Hubo registro más allá de lo analógico en 2003?

Acordamos un encuentro en un kiosco sobre avenida Freyre. Casualidades del destino, resultó ser el antiguo bar donde se reunía el personal médico del hospital José María Cullen, entre ellos Darío. Hoy es director del Protomédico Manuel Rodríguez en Recreo, pero en 2003 era vicedirector del hospital que está a 50 metros de donde estamos charlando.

Mientras esperamos el café, abre su notebook y conecta un disco externo. Entre las muchísimas carpetas en pantalla está el registro que nos convoca. 

En ese momento no sabía cómo modificar el fechador de la cámara – aclara –. Algunas imágenes aparecen con una fecha errónea.

Los datos son contradictorios: las escenas son del 2003 pero el sobreimpreso anuncia 1999. Pero Darío es una máquina de recordar momentos y lugares, apoyado en una forma muy particular de catalogar sus imágenes.

Las fotos son prácticamente inéditas. La mayoría son de Santa Rosa de Lima, de los alrededores del hospital Alassia y la zona de la vía. Pero también hay de San Lorenzo, de Juan Díaz de Solís y Entre Ríos, cerca de donde estaba el centro de salud que funcionaba en el anexo de la escuela n° 2028. Otra del barrio Alfonso, en Juan de Garay al 4100. Hay algunas imágenes del barrio Chalet, además de una sola captura del Fonavi San Jerónimo, del barrio Varadero Sarsotti y de la entrada de la cancha de Colón.

Cuando cumplí 14 años, mi viejo me regaló una Regula no reflex. Y me dijo que tenía que aprender a sacar fotos en blanco y negro –, rememora Darío sobre su papá, que era martillero pero aficionado a la fotografía.

Durante su estadía en Rosario en los 90, mientras estudiaba medicina, registraba todo: fotos propias y de sus amigos del grupo.

En el año 96 y 97, a su vuelta a la ciudad de Santa Fe, se sumó a unas actividades convocadas desde el Ministerio de Salud, a partir de una inundación del río San Javier, por la ruta 1. Para ese tiempo ya tenía una Canon analógica, no reflex pero motorizada. Respetando la identidad de las personas, tomó imágenes de la atención que hacían en salud, con la idea de que sean un documento a futuro y un insumo pedagógico en la formación de posgrado en medicina.

Ya para el 2003 tenía una Kodak DC280 que un pariente le había traído de afuera. Con una novedad, la imagen ya no se imprimía en un negativo sino que quedaba grabada en una tarjetita. Si bien no recuerda la capacidad, nos cuenta que “entraban diez fotos y había que bajarlas en una compu”.

El recorrido fotográfico empieza el 28 de abril de 2003 por la mañana, en la avenida Circunvalación, donde se ven personas sobre el terraplén y las primeras filtraciones cercanas al barrio Santa Rosa de Lima. Esa misma noche, parte del personal del Cullen fue a una escuela en avenida López y Planes y Fray Cayetano, donde ya había gente evacuada.

Era un grupo joven que rondaba los 30 años y no había tenido ninguna experiencia de atención médica en un contexto así. Darío habla de una población similar a la afectada por una guerra. Esta comparación no es caprichosa y lleva el relato a la vinculación con Médicos Sin Fronteras, al contacto con personas con experiencias en zonas de catástrofes y conflictos bélicos, con quienes fueron planificando sobre la marcha un abordaje sanitario de la magnitud que requería la inundación del 2003. 

En su relato también aparece el acompañamiento de la Federación Argentina de Medicina General, a partir de la cual se fueron armando equipos solidarios de recambio durante todo mayo y todo junio. Venían de distintos puntos del país, “nos oxigenaban a nosotros acá, porque no parábamos, estábamos hecho pedazos del agotamiento”. En más de una ocasión la entrevista se frena. Los recuerdos son pesados y las imágenes los reviven.

Entre las fotos está registrado un recorrido en canoas por los barrios del sur y el oeste de la ciudad, donde cargaban una valija con vacunas, antitetánicas, paracetamol, bloqueos contra la leptospirosis y sales de rehidratación oral, porque el agua ya llevaba más de una semana estancada.

“Yo no fui a todos los recorridos, por momentos mi laburo era más de gestión”, cuenta Darío. Sin embargo le tocó ver y vivir hechos inverosímiles, donde muchas veces el bote tocaba techos al pasar, de autos, de casas. “Mirabas bajo el agua y había caballos, perros y toda clase de mascotas muertas. Era un silencio tenebroso”.

Otro recuerdo es el de un hombre sobre el techo de una casa, que les decía entre risas que no quería algo contra el tétanos, sino una vacuna contra la envidia. El humor también estaba presente como una forma de resistencia.

Parte del registro es también una suerte de relevamiento de la destrucción de espacios de salud. En una de las imágenes Darío señala un tupper con leche en polvo intacto en medio de una sala arrasada por el agua. “Cuando hubo que evacuar, el agua estaba ahí nomás, pero el equipo de este centro de salud no se quiso ir. No creían que fuese tan dramática la cosa”.

También hay fotos de las carpas montadas en La Tablada, donadas por Italia, que alojaban a familias evacuadas. Ahí, como en otros lugares, funcionaba un centro de salud de campaña.

Cuando bajó el agua, la gente de mantenimiento y limpieza del hospital y de los centros se hicieron cargo de limpiar como se pudiera – nos cuenta –. Era muy complejo atender a la población en lugares que no están armados para eso. Aún cuando la carpa era funcional, no es lo mismo, porque no se puede resguardar la integridad de las personas.

El después también está documentado. Por un lado, en las instancias de capacitación durante junio de 2003, para equipos interdisciplinarios conformados por profesionales de la psicología, la enfermería, el trabajo social, entre otros agentes sanitarios. Esto fue parte del programa “Acompañando a la gente”, que tenía el objetivo de hacer un apoyo para quienes regresaban a sus hogares destruidos.

El segundo registro son las imágenes de los barrios después del agua. De personas con guantes, barbijos y botas – elementos del kit repartido –, con la mirada perdida, intentando recuperar algunas de sus pertenencias.

Darío cuenta que su rol en el hospital le permitió no estar encerrado en una oficina. Y destaca la capacidad de acción que tuvo un equipo joven, un grupo que se quedaba hasta la madrugada definiendo el abordaje del día siguiente, en contacto con equipos externos por vía telefónica o internet (vía e-mail o mensajería por ICQ).

Con sus imágenes intentó generar un registro que pueda nutrir a la medicina de otros saberes, necesarios para hacer un ejercicio más humano. Estas fotografías y su experiencia han servido de apoyo durante inundaciones en Paraguay y también en Bolivia, a través de Médicos del Mundo. Dos décadas después son una ventana al 2003 en Wikipedia, la enciclopedia colaborativa más grande del mundo.